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wobi.com/magazinede su inauguración, en 2006, la
tienda se convirtió en un ícono de
la ciudad, y ahora es uno de los
puntos turísticos más visitados de
la Gran Manzana, igual o por enci-
ma de los clásicos Empire State o
el Rockefeller Center.
Signos de comunicación
Tiendas comerciales, shoppings,
estadios de fútbol, galerías de
arte, restaurantes, museos. Todo
sirve para comunicar y atraer turis-
tas. Hasta una simple frase publi-
citaria convertida en cartel, con las
letras que forman “I Amsterdam”
frente al emblemático Rijksmu-
seum de esa ciudad. El logo fue
diseñado en 2004 por la agencia
KesselsKramer como parte de
la campaña de marketing para
difundir la ciudad. Hoy es el lugar
más fotografiado de la capital
holandesa, después del Palacio
Real y la casa de Ana Frank. Y ya
cobró vida propia. El logo apare-
ce en conciertos de rock, plazas,
terrazas, sitios web, aeropuertos
y todo tipo de merchandising, en
reemplazo de los viejos souvenirs
y las postales de antaño.
En su ensayo
Entropy and New
Monuments
(1969), Robert
Smithson ya anticipaba el
concepto y abría el paralelismo
entre el arte, los monumentos
clásicos y los grandes centros
comerciales. Los nuevos monu-
mentos, sostuvo Smithson, “son
minimalistas, postmodernos y
atemporales: no están hechos
para recordar nada ni a nadie, y
tampoco para permanecer en el
tiempo de cara al futuro. Su fun-
ción es un presente continuo”.
Sobre todo en la última década,
con la irrupción en escena del
smartphone, los monumentos
incorporaron la tecnología como
elemento fundamental para cerrar
una suerte de círculo comunica-
cional. Por eso los nuevos íconos
de las ciudades fomentan la
interacción en las redes sociales
brindando WiFi gratuito y esti-
mulando a las personas para que
sus fotos y videos circulen por
diferentes plataformas: Instagram,
Twitter y Snapchat, entre otras.
Es lo que ocurre en Chicago. Allí se
luce
Cloud Gate
(conocida como
“the bean” por parecido a un frijol),
una escultura del artista Anish Ka-
poor de 98 toneladas, inaugurada
en 2004 en el Millennium Park. Su
forma de espejo deforme genera
miles de fotos de los turistas que la
rodean cada día.
La arquitectura moderna y surrea-
lista del museo
Guggenheim de
Bilbao
(diseñado por el arqui-
tecto canadiense Frank O. Gehry)
constituye un punto turístico en sí
mismo. “Las multitudes se agolpan
para descubrir los nuevos museos,
menos atraídas por su patrimonio
que por los edificios”, escribió el
reconocido antropólogo francés
Marc Augé en
Futuro
(2012). Y
explica que los arquitectos son
contratados por las autoridades de
las ciudades de mediana impor-
tancia para que alguno construya
en ellas una de sus obras y, de esa
manera, poder “acceder a la digni-
dad planetaria y turística”.
No es en vano entonces que
en la entrada al museo haya un
perro terrier gigante cubierto de
flores. Se trata de una obra pop
del norteamericano Jeff Koons,
bautizada “Puppy”, que convierte
las miradas de todos en miles de
selfies diarias. Es casi imposible
separar hoy a Bilbao de su museo.
Algo semejante a lo que ocurre
con el Opera Bay de Sydney,
considerado uno de los edificios
más famosos del siglo XX.
Hay monumentos para todos los
gustos. Los fanáticos de la tecno-
logía (y no tanto) ya cuentan con
el San José Silicon Valley Tours, un
servicio que por US$ 100 recorre
los principales atractivos de la
ruta tecnológica de California. Las
paradas obligatorias para que la
gente baje a sacarse fotos ya no
son en el Museo de la Compu-
tación de Santa Clara, sino en la
tienda de productos oficiales de
Apple en Cupertino y, al final del
recorrido, en la 1 Hacker Way de
Menlo Park, la sede de Facebook,
en cuya entrada hay un enorme
cartel con el famoso pulgar levan-
tado de “Me Gusta”. Sin dudas,
uno de los íconos más potentes
de estos tiempos.
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