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40.

septiembre - octubre 2016

NOTA DE TAPA - LIDERAZGO

Jobs más allá de su visión, porque

todos sabemos que fue un gran visio-

nario, es el coraje. Supo enfrentar a Wall

Street, no pagó dividendos y no hizo lo

que los inversores querían que hiciera.

Es irónico ver hoy tantos líderes de

empresas que hacen lo que un sector

externo les dice que hagan, líderes que

se dejan “presionar” por Wall Street.

En mi opinión, es lo mismo que si un

entrenador aceptara el consejo de un

aficionado e ignorara las necesidades

de los jugadores. Eso es justamente lo

que Steve Jobs no hizo. Mucha gente

cree que su visión se basó en la simpli-

cidad o en los diseños que incorporaba

a los productos. Pero no fue así. Lo que

quiso fue darle al ciudadano común el

poder de enfrentar a Gran Hermano.

Todo su mensaje fue una búsqueda

para derrotar a Gran Hermano. Algo

evidente en su publicidad durante años,

en la forma en que dirigió su empresa

y desarrolló sus productos. Un mensaje

notable y muy consistente.

El eslogan “Think different” es una

muestra de lo que usted dice.

Lo que me gusta de “Think different”

es que se diferencia de lo que hacen

muchas empresas en la redacción

misma del eslogan. Habrían dicho

“Thinking different”, porque lo que

buscan es decirnos lo que están

haciendo. En cambio, de una manera

brillante, Jobs utilizó el modo impe-

rativo del verbo, lo que significa que

no estaba describiendo lo que él o su

compañía hacían —aunque quedaba

implícito— sino describiendo a las

personas: si alguien piensa diferen-

te, entonces Apple tendrá algunas

herramientas para darle. Eso es lo

que hacen los grandes líderes: nos

ofrecen su visión y nos piden que los

acompañemos; nos impulsan a actuar

por nosotros mismos.

Además del coraje, ¿qué otra carac-

terística tenía?

Jobs no es una excepción entre los

grandes líderes. Si analizamos una

lista de los mejores de todo tipo —

activistas sociales, personas como

Gandhi, Martin Luther King o Nelson

Mandela, por ejemplo—, nos daremos

cuenta de que tenían las mismas ca-

racterísticas. Todos tenían una visión,

todos tenían coraje, todos sabían que

solos no podían hacer las cosas, y que

siempre necesitaron la ayuda de mu-

cha gente. Todos tienen personalida-

des diferentes: algunos un poco más

cordiales, otros un poco más duros.

Jobs fue una persona difícil para los

que trabajaban con él, pero les dio

sentido de pertenencia, los impulsó

a lograr más cosas que las que ellos

mismos creían que podían hacer. Por

todo eso, es un símbolo de auténtico

liderazgo.

¿La creación del iPhone es un ejem-

plo de ese tipo de logro colectivo?

En realidad, el lanzamiento

del iPhone no fue

diferente de lo que

Jobs hizo en el

pasado. De hecho, ya había revolu-

cionado el mundo de la computación

en numerosas ocasiones. Tradicio-

nalmente, las compañías de servicios

móviles les sugerían a los fabricantes

como Nokia o Samsung qué debían

hacer los teléfonos. Cuando fabricó

el iPhone, Jobs actuó de manera di-

ferente: “Ahora nosotros les diremos

qué debe hacer el teléfono, y ustedes

harán precisamente eso”. Y todos se

negaron, con excepción de AT&T. Ésa

fue la razón por la que Apple tuvo

derechos exclusivos en un principio,

aunque después puso la tecnología

al servicio de todos. En esto radica el

poder de lo que hizo Jobs: en lugar

de limitarse a introducir un nuevo

producto generó un cambio en toda

la industria, porque puso el poder

de lo que el teléfono haría en manos

de la gente que lo diseñaba, y no de

la gente que lo vendía. Cambió de

manera rotunda las reglas del juego y,

para mí, eso es mucho más profundo

que el lanzamiento de un dispositivo

físico.

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