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44.

septiembre - octubre 2016

NOTA DE TAPA - LIDERAZGO

conseguir que la gente quiera hacer

lo que debe hacerse.

¿El carisma es importante?

Para nada. Según nuestras investiga-

ciones, la mayoría de los líderes que

construyeron grandes empresas no

tenían carisma. El carisma es solo un

rasgo de la personalidad. Y quien

piense que el liderazgo tiene que ver

con la personalidad se equivoca.

¿Por qué la gente necesita líderes?

No estoy totalmente convencido de

que siempre necesitemos un líder.

Lo que perseguimos es una causa,

algo por lo que comprometernos y

estar dispuestos a sufrir, a sacrificar-

nos. En realidad, lo que buscamos

es una conexión humana. Necesita-

mos la percepción de que no vamos

a fracasar porque, si lo hacemos,

desilusionaremos al otro. Y de allí

surge la voluntad de salir adelante y

triunfar. Un líder puede ayudar a crear

ese ambiente, pero lo que realmente

importa es la percepción de estar

juntos, el uno para el otro. Creo que lo

que la gente busca es realmente eso,

y el líder debe contribuir a convertirlo

en realidad.

¿Cuáles son las características de

las organizaciones que obtienen los

mejores resultados?

Me gustaría plantear una especie de

dualidad. Por un lado, es fundamental

contar con personas que se compro-

metan a brindar resultados y, al mismo

tiempo, acepten la plena respon-

sabilidad por esos resultados. Pero

también está la otra cara de la moneda.

Imaginemos que vivimos en un lugar

donde nieva. Debemos tener nues-

tra casa en orden, y asegurarnos de

limpiar la vereda cuando nieva. Ahora

bien, si vivimos en un buen vecindario,

podemos pedirles a los vecinos que

limpien nuestra vereda mientras esta-

mos de vacaciones. Entonces, cuando

regresamos, advertimos que cada uno

es responsable de su propia casa y de

las de los vecinos. Si unimos estas dos

cosas —ayudar al otro y hacernos cargo

de nuestras responsabilidades—, lo que

se logra es una poderosa combinación

de compromisos: todos somos parte

del mismo vecindario y de la respon-

sabilidad individual por los resultados.

Algo similar sucede en las empresas

de excelente desempeño.

Otra dualidad es la que se plantea

entre el corto y el largo plazo en las

organizaciones. ¿Por qué ocurre y

qué pueden hacer los líderes para

superarla?

La respuesta a esa pregunta es lo que

Jerry Porras, uno de mis mentores y

coautor de

Built to Last,

denomina la

genialidad de la conjunción copu-

lativa “y”. Vivimos en un mundo que

quiere dividir todo con la conjunción

disyuntiva “o”: velocidad o calidad,

corto o largo plazo. Y la clave reside

en buscar la genialidad del “y”: tener

la urgencia, la intensidad y la veloci-

dad del corto plazo, y la capacidad de

construcción a largo plazo. En el libro

Great by Choice,

Morten Hansen y yo

acuñamos la idea de la “marcha de

las 20 millas”. Funciona del siguiente

modo: hay que ponerse en marcha y,

básicamente, decir: “Vamos a recorrer

nuestras 20 millas”, como caminar por

Estados Unidos o por América latina,

en un trayecto muy largo. El corto

plazo es la marcha de hoy, sin espacio

para el descanso, y sin decir “no quie-

ro hacerlo”. Pero lo que tenemos por

delante son muchos años de marchas.

Y si hoy no estamos gestionando,

invirtiendo y construyendo para con-

cretar la marcha a medida que avanza,

si nuestra actitud es miope, volaremos

por los aires mientras hacemos el

recorrido. Dicho de otro modo, hay

que enfocarse en el corto y en el largo

plazo simultáneamente, caminando

Aprender

a liderar

Según Jim Collins, los grandes líderes no nacen, sino que se hacen. Y da el

ejemplo del crecimiento personal de Steve Jobs desde sus inicios en Apple. “Si

lo analizamos, veremos que hay una especie de Jobs 1.0 y un Jobs 2.0. El Steve

Jobs 1.0, joven, inmaduro y atrevido, no podría haber llevado a Apple a ser la

gran empresa en la que se convirtió en el año 2000: tuvo que crecer, madurar y

evolucionar”, explica.

Ese proceso fue, para Collins, un camino de perseverancia que se observa en el

período entre 1985, cuando Jobs fue despedido de Apple por John Sculley, y

su retorno a la compañía una década más tarde. “Podría haberse refugiado en

el hecho de que había perdido su empresa, o de que a la siguiente no le estaba

yendo bien. Pero no. Lo que hacía era levantarse e ir a trabajar. Por eso, y por

su ambición, siempre veo en Jobs a un líder nivel 5. Porque cuando regresó

a Apple quería que la empresa fuera grandiosa, y que sus productos fueran

excelentes y perduraran”, dice. “De esa experiencia rescato la idea de que, en

algún momento, la suerte juega a favor de la persistencia, pero para eso hay

que estar en el juego. Habrá buenas manos y manos malas, pero hay que jugar

cada una de ellas lo mejor posible, sin abandonar la mesa ni darse por vencido.

Simplemente hay que levantarse e ir a trabajar. Eso es lo que aprendí de Jobs.”