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51.

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de productos que representara real-

mente el espíritu de Lego; es decir, esa

idea de que juntos podíamos construir

cualquier cosa, y que así era posible

dar forma a todo lo que imagináramos.

También habíamos desatendido el

negocio minorista, un sector de gran

importancia porque la gente que

se gana la vida vendiendo nuestros

productos necesita que sean exitosos,

rentables, novedosos y atractivos para

el cliente final”, explica. “Por otro lado,

sentíamos que carecíamos de una es-

trategia comercial y operativa podero-

sa. Había varios aspectos positivos que

nos distinguían, como el desarrollo de

los niños y el hecho de que la empresa

era considerada un buen lugar para

trabajar, pero necesitábamos poner

el énfasis en la administración de los

gastos operativos y comerciales.”

La reconversión

El cambio de mentalidad implicó un

complejo proceso de reestructura-

ción. “Tuvimos que darle a la empresa

el tamaño adecuado, de modo que

emprendimos una importante reduc-

ción de costos, y cerramos fábricas y

unidades de negocios”, comenta. La

transformación también involucró al

nivel gerencial de la compañía. “Debido

a que antes de mi designación como

CEO había trabajado en todas las áreas

de la empresa durante un par de años,

la conocía muy bien. Algunas personas

asumieron nuevas funciones, a otras les

pedimos que abandonaran la empresa,

y pusimos a trabajar a un equipo central

a cargo de las ventas, el desarrollo de

productos, la operación del negocio y

las finanzas”, detalla.

Esa reducción implicó, inevitablemen-

te, un golpe anímico para la cultura

corporativa. “Lego es una compañía a

la que le importan mucho sus emplea-

dos. La familia propietaria se dedica

mucho a ellos porque son leales a la

marca y se sienten sus embajadores.

Por lo tanto, cerrar una función

o trasladarla a otro país fueron

decisiones realmente difíciles,

pero necesarias para la empresa”,

reconoce. Y añade: “En una situación

tan crítica como la que atravesábamos,

lo fundamental era administrar el cash

flow. Básicamente, reducir la deuda, y

eso significaba entender, por ejemplo, lo

que debía mantenerse porque generaba

efectivo, y lo que debía dejarse de lado.

En otras palabras, poner negro sobre

blanco, y que quedara poco lugar para la

interpretación: la misión era sobrevivir”,

subraya. En 2005, primer año completo

con Vig Knudstorp al mando, Lego pasó

de perder US$ 327 millones a obtener

beneficios por US$ 86 millones.

Una vez finalizada esa etapa, el CEO co-

menzó a impulsar cambios desde aden-

tro hacia afuera. “Tratamos de recuperar

el alma de la compañía, su identidad,

pero al mismo tiempo determinar cuál

era el negocio central y cuáles eran

las bases sobre las que deseábamos

construir el negocio en el futuro. Luego,

una tercera etapa apuntó a buscar el

crecimiento con una mentalidad más

focalizada en las oportunidades, ya sin

temor a asumir riesgos”, explica.

Otra iniciativa decisiva fue la de mo-

dificar la actitud hacia los canales de

comercialización. “Me propuse estar

mucho más concentrado en los clientes

minoristas. De hecho, algunos de los

grandes, como Walmart, sentían que

éramos demasiado soberbios o reacios

a escuchar lo que tenían para decirnos.

En consecuencia, construimos un siste-

ma totalmente nuevo que consistió en

comprometernos con ellos, escuchar-

los, recibir feedback e involucrarlos en

el desarrollo de productos y campañas.

En la actualidad, esos minoristas nos di-

“Lego es una

compañía a la

que le importan

mucho sus

empleados.

La familia

propietaria se

dedica mucho a

ellos porque son

leales a la marca

y se sienten sus

embajadores. Por

lo tanto, cerrar

una función o

trasladarla a

otro país fueron

decisiones

realmente

difíciles, pero

necesarias para

la empresa.”